Tuesday, June 20, 2006

Sobre Primeras ausencias, de Iván Figueroa

Hace un tiempo un amigo me lo regaló. Después me presentó ante el autor. Al final de la plática, el autor me pidio qe le hiciera una reseña del libro, pues pensaba publicarla en su blog: http://lasupremaciadelcuerpo.blogspot.com/ Un buen libro para acercarse a la poesía sonorense contemporánea es Primeras ausencias (IMCA: 2002), de Iván Figueroa (Sahuaripa 1974). Primeras ausencias es una plaquette dividida en tres secciones. La primera sección lleva por título “Primera consecuencia del naufragio”, y está encabezada por un epígrafe de Xavier Villaurrutia. Esta primera sección consta de un solo poema dividido en seis partes, las cuales inician igual: “Hacia atrás...” “Primera consecuencia del naufragio” gira alrededor de una misma imagen que se reitera, se amplía de manera paulatina: el poeta va por el camino de la vida guiado por la luz de la ausencia que inicia con la muerte del ser querido; así el lector logra captar el dolor que siente el poeta ante la muerte —tema central de la plaquette— de ese otro, por medio de una delicada sensualidad expresada por el poeta. La voz de Figueroa en este poema —y en general en la plaquette— no es un desdén, no es un amor hacia la muerte sino una aceptación, un enfrentarse a lo que llamamos recuerdo. El espacio en el cual se desarrolla este primer poema es como en un sueño, el poeta camina sonámbulo hacia el origen de las cosas: “Hacia atrás todo es distancia/ si se mira con el deseo de volver sobre los pasos que me/ llevaron al exilio”. A la manera de Dante, pero sin Virgilio, sin Beatriz, el poeta va por el camino de la vida: “Hacia atrás he vislumbrado otros posibles caminos/ que no conducen porque nadie ha podido seguirlos en medio/ de la noche”. El tono de esa voz del poeta, voz de aceptación pero sin resignarse, es la que nos anuncia —por medio de la palabra “sin forma y sin fondo” — lo que continuará en las siguientes dos secciones.La segunda sección se titula “Réquiem para un cuarteto de cuerdas y voz en caja sorda” y lleva un epígrafe de Luis Cernuda. A la manera del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de Federico García Lorca, asistimos a escuchar el réquiem en honor a quien nos deja. Algunos elementos, algunas imágenes —al igual que en el último poema— se repiten: la distancia, el barco, el sueño, la piedra, el espejo, pero esto es con el fin de que el lector se identifique con el significado de esa voz con la cual anuncia el poeta la ausencia. Lo que resalta a la vista es el Mito de la caverna, de Platón (República VII), llevado con soltura por Figueroa en el poema, pero sucede que, por otro lado, resalta ese “juego de transparencias prismáticas” (ya anunciado por Silvestre Uresti en Delaberinto de la malaflor, poema del mismo Figueroa): poesía visual cuyo juego resulta monótono, cansado, casi obligatorio: el verbo caer en posición horizontal e inclinado: “C/a/e/s igual que muchos,/ pero diferente a todos:/ tu c/a/í/d/a/ es única/ porque en ella/ hay principio de incertidumbre.”La tercera sección lleva como acotación el hecho de ser un epílogo, una recapitulación de lo ya dicho en las dos anteriores secciones: “Respuesta a la nada (epílogo para las primeras ausencias)”. En esta última sección Figueroa nos dice que la vida continua, todos, al cabo, somos fantasmas. También nos dice el autor que las palabras son inaprensibles, indescifrables, pero vamos hacia ellas como la muerte hacia nosotros; continua la aceptación ante la muerte, la suya y la del otro : “Alguien te llama/ y encuentro el significado de mi muerte en tu nombre”. Ya el lector de Primeras ausencias había notado esa preocupación de Figueroa por las palabras ante la muerte en el tercer poema de la primera sección.Primeras ausencias ha sido el primer trabajo sólido del autor: la plaquette es de una circularidad tal que al amante de la poesía no le deja escapar de esa gradación de imágenes conmovedoras, dolorosas: le tienen interesado, efecto que pocas veces, para mí, aclaro, logra la poesía posterior de Figueroa, debido a una retórica excesiva. Sin duda, el verdadero quehacer poético de Iván Figueroa empieza con Primeras ausencias, ya que marca la pervivencia, lo que sobrevive es el recuerdo sobre la muerte, haciendo del autor uno de los grandes de la poesía sonorense contemporánea.

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