A las seis de la tarde ya no quedaban más que seis niños por degollar. Los relojes de arena seguían sangrando, pero ya estaban secas todas las heridas.
Toda la sangre estaba ya cristalizada cuando comenzaron a surgir los faroles. Nunca será en el mundo otra noche igual. Noche de vidrios y manecitas heladas.
Los senos se llenaban de leche inútil.
La leche maternal y la luna sostuvieron la batalla contra la sangre triunfadora. Pero la sangre ya se había adueñado de los mármoles y allí clavaba sus últimas raíces enloquecidas.
3 Comments:
Ey!, date una vuelta al Club Chufa Blog a ver que te parece. Saludos.
Claro, claro. ¿Por qé no?
manolo...
saludos
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